Iniciativa del Dr. en Ingeniería Mecánica Pedro Sariego y su equipo, considera la desalación del agua a través de energías renovables, logrando así reducir los costos de transporte hacia zonas de alto riesgo hídrico.

Han sido décadas con una alta escasez hídrica en el país y específicamente en la región de Valparaíso. El clima parece no dar tregua y la sequía se ha extendido tanto en zonas agrícolas como urbanas, producto del avance de la desertificación hacia el sur. La problemática es a nivel de Estado y un grupo de académicos del Departamento de Ingeniería Mecánica de la Universidad Técnica Federico Santa María y profesionales de alta experiencia en el área, liderados por el Dr. Pedro Sariego, ha desarrollado un innovador proyecto que contempla una serie de estrategias para mitigar la falta de agua en zonas de alto riesgo y así asegurar el consumo humano y agrícola.

La iniciativa, presentada en octubre al Ministerio de Agricultura y a la Fundación Piensa, contempla la instalación de una desaladora de agua de mar cuya energía provendría de una granja solar que reemplace o complemente el aporte hídrico que genera, por ejemplo, el embalse Catemu. Esto, reduciría también el impacto en el medioambiente y el costo por metro cúbico, además de surtir con él, durante todo el año, a zonas de catástrofe.

Para el Dr. Ingeniería Industrial Pedro Sariego, “la Región de Valparaíso, con su clima mediterráneo, es una potencia agroindustrial y una zona con grandes exportaciones, pero que se encuentra bajo amenaza debido a la persistente sequía”. A grandes problemas -sostiene el académico- uno debe plantearse grandes soluciones “las universidades tienen el conocimiento y la técnica para sobreponerse a estas problemáticas para desarrollar proyectos innovadores y cuantificar los recursos disponibles para encontrar soluciones. En la USM estamos planteando varias, antes que el panorama hídrico empeore aún más”.

El experto también destaca que la opción de una desaladora en la región tiene la ventaja de utilizar tecnologías ya conocidas y bastante comunes en otros países. De hecho, en Chile hay muchas desaladoras en el norte del país; en la región de Valparaíso existe otro proyecto similar en la zona de Quintero. El principal problema, indica, es el tema de costos asociados y el proyecto de la USM apunta precisamente a reducirlos.

Solución de corto y mediano plazo

Si la desaladora se convierte en una opción para mitigar la crisis hídrica en la región, la problemática es de qué manera producir agua potable y de riego, teniendo como base agua de mar, considerando los altos costos de producción. Uno de los atributos del proyecto de la USM es evitar los derechos de agua que imperan actualmente en Chile y no tener que pagar a los dueños de los terrenos por el agua extraída, “Chile es tiene la singularidad de ser el único país del mundo que otorga derechos de agua y eso genera conflictos en tiempos de escasez”, indica Sariego. Por el contrario, con la desaladora se produciría agua potable desde el mar, la cual no estaría sujeta al concepto de derecho de aguas continentales.

Si se quiere agua potable y además agua de riego en grandes volúmenes, el traslado del recurso hídrico es un tema logístico muy complejo de resolver. Según Sariego “para llevar agua de la costa hacia el interior se necesita mucha energía y observando el panorama actual, lo más adecuado es usar energías alternativas (eólica o solar). En los últimos 15 años la eficacia fotovoltaica ha tenido una baja impresionante en sus costos, por lo que la opción de una granja solar se convierte en la solución para generar estos volúmenes de energía necesarios que muevan el agua de la costa hacia el interior, por consiguiente en el día tenemos esa opción”.

“El problema que se presenta acá es que este tipo de energía tiene bajas en la noche. No obstante, la innovación está en echar andar un viejo sistema tecnológico que almacena energía, es una alternativa muy mecánica por cierto, y son las denominadas Centrales Hidráulicas de Bombeo (CHAB). Este es un circuito cerrado donde hay un estanque de agua debajo de un cerro, que sube esa agua con una bomba a un estanque a la parte alta. Entonces, en la noche, cuando la planta solar no produce energía, se puede bajar esa agua a través de una turbina y seguir produciendo energía”.

“Y aquí una clave estratégica, la energía fotovoltaica es barata, la que almacenaste en un estanque arriba de un cerro, al hacerla caer, es gratis para ti. Y entonces surge una idea luminosa, al utilizar una granja solar en combinación con una CHAB, si se produce más energía, se puede- además de hacer funcionar la planta desaladora día y noche- vender el remanente de energía al sistema interconectado. Desde el punto de vista administrativo, vender agua y energía a la vez, es una enorme ventaja en relación a otras opciones”, indica el experto.

Una de las ventajas del proyecto es que si no se vende agua, se puede vender energía, y si se hace un buen contrato desde concesiones, es decir desde una entidad garante que tenga claro que producir agua en tiempos de escasez hídrica es una razón de Estado, se puede ofrecer a los agricultores a un precio muy atractivo, que conecte a los sistemas de agua potable rural y asegure sus cultivos, los extienda, den trabajo y haga realidad el lema de región agrícola exportadora.

Proyecto de innovación

El proyecto que consideran los expertos del Departamento de Ingeniería Mecánica de la USM, podría ubicarse en la zona de Quintero, Concón o en cualquier sector costero de esa zona. El agua desalada, a su vez, se podría trasladar y subir desde la costa hacia el interior a través de las riveras del río Aconcagua.

La iniciativa de una desaladora de agua de mar de esa magnitud alimentada por energías alternativas, es sumamente ambiciosa y en eso radica su importancia. “Como equipo de trabajo nos planteamos la posibilidad de reemplazar el proyecto del embalse ubicado en el sector de Catemu, de acuerdo a la DOH poseería una capacidad 180 hectómetros, con una inversión de 630 millones de dólares. Un embalse como este, demoraría al menos 8 años en ser diseñado y construido y para llenarlo tendría que tener temporadas muy buenas de lluvia. Como mínimo estaríamos hablando de 4 años para que se llenara. Entonces tendríamos a lo menos 10 o 12 años de espera. Por el contrario, una planta desaladora como la propuesta, es de más rápida construcción; para reemplazar a un embalse de esas características tendría que tener unos 6 metros cúbicos por segundo. Si funciona 24 horas al día y por 365 días, serían unos 189 hectómetros, para que sean equivalentes”, indica Pedro Sariego.

Respecto a los costos de implementar esta solución, el experto indica que el Estado podría realizarlo a través de mecanismos de concesiones, y así poder disponer de acceso a las riveras de los ríos, servidumbre de paso y un cerro para poner una CHAB.

Esto supondría también una oportunidad desde el punto de vista del empleo. Si se tiene más agua disponible se pueden aumentar las hectáreas de cultivo agrícola y así la generación de miles de trabajos en zonas de catástrofe. El profesor Sariego señala que “los costos de un proyecto de esta naturaleza, para producir 189 hectómetros, que es una cantidad enorme de agua y llevarlos al interior, son de alrededor de 1.000 millones de dólares, pero con eso se aseguraría el consumo constante de agua en zonas donde hoy no la hay. Pareciera muy alta la inversión, pero se debe pensar en los importantes beneficios que otorgaría. Además, en tiempos de invierno o lluvia, si bien la planta no funcionaría a un 100%, se podrían comercializar los excedentes de energía. Entonces se podría hablar de un retorno de la inversión entre 8 a 10 años, con indicadores propios para este tipo de inversión tremendamente atractivos, con los números que se manejan en nuestro equipo. Es una inversión, a grandes rasgos, que se recupera en poco tiempo y con importantes beneficios para toda la comunidad”.

Por cierto, comenta el experto, una desaladora de esa magnitud es una situación extrema, pero esa misma solución se podría proyectar en situaciones de menor volumen para el Aconcagua o en otras ubicaciones como Petorca, La Ligua, el Choapa. El Elqui o el Limarí.

Cabe destacar que esta iniciativa se ha presentado, a la fecha, a las comunidades de Cabildo y el Limarí en la 4ta Región, y pronto se mostrará a los habitantes de Petorca y otras ciudades con alto riesgo hídrico. Pedro Sariego indica que “el rol de la USM es plantear las alternativas y las opciones a estos grandes problemas nacionales. Esta iniciativa reúne conceptos como economía circular, energías alternativas, innova con el uso recursos que están disponibles en los alrededores, frente a nosotros, una buena configuración de ellos hace que todo sea posible, disponibilidad de agua en grandes volúmenes donde no hay y a bajo costo”.

Fuente: Noticias USM.

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