Columna de opinión del Rector Carlos Saavedra, de la Universidad de Concepción, publicada en Diario Concepción, edición del 24 de enero.

Esta semana se realizó la tercera versión del Congreso Futuro Biobío, esfuerzo de organización conjunta entre la Universidad del Biobío, la Universidad Católica de la Santísima Concepción, la Universidad de Concepción y el Gobierno Regional. Esta edición nos convocó a partir del llamado “Habitar la incertidumbre”, ese espacio movedizo y estremecedor que intentamos evitar cada vez que nos sentimos amenazados por él.

La historia del ser humano nos demuestra que somos seres en búsqueda de certezas, pues queremos habitar solo aquello que nos da seguridad. Sin embargo, no es la certeza la que nos ha permitido avanzar como humanidad, sino justamente la incertidumbre o, mejor dicho, el constante movimiento entre lo cierto y lo desconocido, entre lo seguro y lo peligroso.

Desde diciembre de 2019 y durante todo el 2020, el nuevo coronavirus se expandió por el planeta tensando los servicios sanitarios del mundo hasta el punto del colapso. La cercanía se hizo peligrosa, el contacto humano se consideró fatal. La economía se desplomó y el desempleo se disparó, provocando un retroceso histórico en materia de protección social. La pandemia develó con crueldad las brechas existentes entre nosotros, obligándonos a mirar la pobreza, la violencia sistemática, la falta de oportunidades, la desigualdad en la repartición de los privilegios.
Y así, la incertidumbre se instaló en todo ámbito, en todo el mundo.

Nos vimos impelidos a buscar nuevas certezas. Para encontrar nuevos caminos, hemos visto que la colaboración mutua resulta fundamental, ya sea entre personas o también entre instituciones. En la Universidad de Concepción, hemos sido testigos de cómo nuestros académicos y académicas, fieles a su vocación científica, se han volcado a buscar soluciones posibles para los distintos problemas asociados con el Covid-19, cooperando entre ellos y compartiendo sus hallazgos en tiempo real.

Justamente, esta semana fue publicada una nueva edición de la Revista I-D-i, publicación editada por la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de nuestra Casa de Estudios, la que bajo el título “Colaborar para vivir”, da cuenta de las diversas iniciativas llevadas a cabo para enfrentar la pandemia y que, como señala la Vicerrectora Andrea Rodríguez Tastets, releva el trabajo y dedicación de la comunidad científica. Como ella lo ha planteado, en esta nueva edición “queremos no solamente mostrar la capacidad de respuesta que ha tenido la comunidad, sino también agradecer con esto a todos y cada uno de los académicos y académicas que hicieron un esfuerzo importante para reaccionar en forma rápida y colaborativamente frente a la situación que se vive”.

Es, por tanto, este trabajo colaborativo y pensado para el bien común lo que hoy nos ayuda a transitar hacia mayores certezas.

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