“Deber nuestro es recordar que somos hermanos y que en toda verdadera familia la paz y los sufrimientos son comunes”. Con estas palabras del Padre Alberto Hurtado, quisiera iniciar una reflexión en estos momentos de dolor nacional.
En los últimos días ha sido visible e impactante el nivel de violencia y destrucción causado en distintas ciudades de nuestro querido Chile. Por otro lado, también hemos podido observar manifestaciones sociales pacíficas a lo largo y ancho del país, que expresan un malestar y frustración de importantes sectores de la población.
Como ha sido nuestra permanente posición, condenamos decididamente las acciones de violencia, las cuales nunca podrán considerarse un medio legítimo para solucionar problemas de ningún tipo. Pero, igualmente queda claro que como sociedad –y con ello me refiero tanto a los distintos sectores políticos, como a la gran diversidad de personas que constituimos la sociedad civil, el mundo del trabajo, y las áreas públicas y privadas-, no hemos escuchado suficientemente a sectores más necesitados.
Eran conocidos los altos niveles de desigualdad y segregación que caracterizan al país, y no hemos avanzado con determinación en superar lo que el Papa Francisco ha denominado la “Cultura de la Indiferencia”. Hoy este fuerte llamado de atención nos apela a generar un cambio que apunte hacia una justicia social con altura de miras, donde los principios cristianos que nos guían como Universidad Católica tienen un papel relevante.
El respeto por la dignidad de la persona humana y el compromiso ético valórico, son elementos constitutivos de nuestro sello, que hoy más que nunca deben ser relevados en el entorno. Trabajar por un Chile más equitativo, humano e íntegro, requiere poner en el centro la dignidad de nuestros conciudadanos, en especial de quienes han sido ignorados, de quienes más sufren y de quienes están solos. Al mismo tiempo, requerimos poner en práctica la coherencia valórica entre lo que se dice y lo que se hace, dejando definitivamente de lado conductas que faltan a la ética y la equivocada admiración por la evasión de las reglas. Sólo tendiendo la mano al prójimo necesitado e instalando una cultura de la integridad en todos los niveles, lograremos construir comunidad y mejorar nuestra convivencia, venciendo defensas y desconfianzas.
Para superar esta crisis social y política en lo inmediato, llamamos a la calma y a la unidad e invitamos a reflexionar acerca de lo sucedido, a dialogar con escucha, a buscar consensos sociales, a cultivar el buen trato y la amabilidad. Lo anterior, naturalmente debe alcanzar también nuestro comportamiento en las redes sociales: no seamos innecesariamente impulsivos y subjetivos, sino que hagamos uso de la libertad de opinión y expresión en forma prudente y responsable. Sembremos y reforcemos la unidad más que la división, el amor más que el odio, la decencia más que la admiración por quien burla las normas, seamos más constructivos que destructivos, pensemos más en el nosotros que en el Yo. Somos nosotros, como integrantes de las comunidades universitarias, los que estamos llamados a ejercer un liderazgo intelectual, reflexivo e íntegro para sanar los dolores de nuestra comunidad chilena.
Christian Schmitz Vaccaro
Rector
Fuente: Noticias UCSC.