foto-columnaDesde sus inicios, la misión de las universidades ha sido la creación de nuevo conocimiento en todas las áreas del saber y la formación de personas, tanto en los aspectos integrales como en lo que se refiere a sólidos conocimientos disciplinares. Lo anterior se realiza en una comunidad universitaria activa y participativa, lo que es un aporte a la sociedad. La fuente de unidad de esta comunidad es su común consagración a la verdad, al respeto y a la dignidad humana.

Este entorno educativo y de convivencia debe estar inmerso en un ambiente de valores éticos e integridad académica como elemento transversal que permita transmitir la enseñanza a través del ejemplo. En efecto, con frecuencia, los aspectos éticos de diferentes acciones y conductas que afectan a nuestra comunidad nacional nos llevan a preguntarnos sobre el rol y quehacer de la universidad en estos temas.

No cabe duda de que en nuestra sociedad cada vez se hace más necesario analizar el contexto ético de las decisiones, en el actuar científico, laboral y profesional. El conocimiento se va haciendo más amplio y complejo, en la misma medida que la toma de decisiones y las acciones a que se ven enfrentados los profesionales deben tomar en cuenta variados aspectos, con complejidad creciente. Los conflictos de interés, la información privilegiada, el lucro personal indebido, el uso de conocimiento para el propio fin, la falta de respeto al prójimo, son aspectos a tener en consideración al momento de formar científicos y profesionales jóvenes en todas las disciplinas.

En estos aspectos, todas las universidades tenemos un rol prioritario que cumplir, lo que se realiza de manera fundamental a través de la labor, del ejemplo y testimonio de sus profesores. Los ramos básicos de ética cumplen una función fundamental; sin embargo, los que tienen un impacto mayor son los conceptos que exponen al estudiante a las situaciones de conflicto y dilema ético en cada una de las disciplinas y profesiones. Es en este entorno educativo en el que se presentan las preguntas más acuciantes y desafiantes del ejercicio profesional.

Con el fin de profundizar en la construcción de una universidad donde los valores del respeto y de la honestidad constituyan parte permanente de su reflexión y de su acción, la UC ha implementado recientemente un Código de Honor. Su finalidad es hacer explícita nuestra vocación por ser y formar personas íntegras, y por construir una comunidad donde el cuidado de cada integrante, de nuestro patrimonio y de nuestros valores sea parte del compromiso de la UC para un mejor servicio a nuestro país. Esta construcción pasa por una actitud y un compromiso personal, que represente el espíritu de rectitud y honestidad que nos anima en lo colectivo. Su contenido ha sido manifestado por la comunidad universitaria en diferentes instancias de diálogo, donde se destacó la necesidad de reforzar la dimensión ética al interior de la universidad.

Uno de los aportes más significativos de la UC al país son, sin lugar a dudas, sus egresados. La formación integral, parte del rol fundamental de las universidades, se da y se desarrolla en un marco de gran libertad para tomar decisiones y actuar en consecuencia. Así, los ex alumnos deben destacarse no solo por sus conocimientos, sino en especial por su comportamiento ético y aporte al bien común de la sociedad. Esto se debe manifestar en los diferentes campos del saber: científicos, artísticos, profesionales, sociales y deportivos. Es una manera de ser y actuar; en esencia, es lo que las universidades quieren aportar al país. Estas exigencias serán permanentes y cada vez más elevadas, y están en el centro de las preocupaciones de nuestras instituciones.

El compromiso personal de cada uno de los miembros de la comunidad universitaria va a hacer posible desarrollar de mejor forma la propia identidad de cada institución y su aporte prioritario a la sociedad. Las universidades cumplen un rol indispensable en la formación científica, profesional y ética de los jóvenes, lo que es un aporte de gran importancia para el pleno desarrollo del país. Cultivar estos valores, acoger la crítica y evaluación de cada uno de nuestros procesos, indicadores y resultados, es un compromiso público que la sociedad demanda.

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COLUMNA publicada en El Mercurio / Jueves 02 de marzo de 2017
Ignacio Sánchez D., Rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile

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