Las universidades católicas del sur, herederas de la labor de la Pontificia Universidad Católica de Chile, sirven a las regiones del Maule (UCM), del Bío Bío (UCSC) y de La Araucanía (UCT), que juntas albergan cerca del 25% de la población de Chile, incluyendo ocho provincias con niveles de pobreza por sobre el promedio nacional.
Estas universidades atienden actualmente a más de 25 mil estudiantes de pregrado, lo que representa el 30% de la matrícula del CRUCh en la zona. Cuentan, además, con cerca de mil estudiantes de posgrado, incluyendo formación de especialidades médicas en alianza con hospitales públicos. En 2014 matricularon 5.848 alumnos de pregrado, 80% de los cuales pertenecen a los tres primeros quintiles. Asimismo, el 20% de los matriculados en la UCT y el 33% de los de la sede Cañete de la UCSC son mapuche, constituyéndose estos planteles en lugares efectivos de integración intercultural.
En los últimos años nuestras universidades han graduado a 606 estudiantes de posgrado, y titulado a 13.809 en el pregrado. Estos últimos pertenecen mayoritariamente al primer quintil, y provienen de territorios vulnerables, lugares donde históricamente el Estado no ha tenido la fuerza suficiente para derribar los altos índices de desigualdad social.
Desde su fundación como universidades independientes, en 1991, se han hecho esfuerzos notables para fortalecer la calidad de los servicios que entregamos a la sociedad en general. En conjunto reunimos a 749 profesores con posgrado, 277 de ellos con grado de Doctor; ofrecemos 34 programas de magíster y dos de doctorado, uno de ellos dictado en consorcio con la Universidad del Bío Bío. En los últimos cinco años se han generado 678 publicaciones científicas en revistas ISI y se puede mostrar una gama muy diversa de programas y proyectos de servicio orientados a un desarrollo territorial más armónico de las respectivas regiones donde se emplazan.
Como instituciones originadas a partir de un plantel metropolitano, compartimos con otras universidades regionales la escasa asignación de Aportes Fiscales Directos, que en Chile tienen un alto componente histórico. Las universidades antiguas han tenido, obviamente, más tiempo y más recursos del Estado, para desarrollarse. Por ello cuentan con un mayor número de académicos, más con grado de doctor y mayor número de publicaciones científicas. Como consecuencia, las universidades más antiguas tienen las condiciones y capacidades para atraer a los estudiantes de más altos puntajes (con ello tienen más Aporte Fiscal Indirecto, entregados a los primeros 27 mil 500 puntajes PSU), y se adjudican mayor número de proyectos de fondos competitivos.
En cuanto herederas de la tradición académica de las universidades antiguas, y por su propia misión, las universidades nuevas tenemos hoy el compromiso de formar, crear y servir con la misma calidad exigible a las universidades tradicionales antiguas. Sin embargo, la asignación de recursos del Estado muestra inequidades territoriales, que se arrastran desde la reforma que creó los planteles regionales y derivados.
En el marco de la reforma educacional que se discute hoy en Chile, el Estado tiene una oportunidad histórica para corregir tales iniquidades. Esperamos que la reforma no sea un instrumento para generar inequidades nuevas, al asignar los recursos incrementales que recaudará la reforma tributaria, discriminando por propiedad de la universidad, ni tampoco para reafirmar las inequidades existentes, sino que a través de ella, y en virtud de los servicios de bien público que aportamos, podamos recibir el trato justo que corresponde a instituciones de derecho público, sin fines de lucro y debidamente acreditadas.
Como criterio nivelador proponemos que debiera considerarse un factor que tenga en cuenta parámetros de regionalidad, así como un factor que asigne recursos por vulnerabilidad de los estudiantes a los que se atiende, como generar un AFV para los 27 mil quinientos estudiantes más carenciados, por ejemplo.
Lo que suceda con las universidades regionales como las nuestras es clave para pasar, o no, a la próxima fase de desarrollo que Chile aspira, y fundamental para avanzar hacia un país más armónicamente desarrollado.
PUBLICADA en El Mercurio / Sábado 16 de agosto de 2014
Dr. Juan Cancino, Rector Universidad Católica de la Santísima Concepción
Dr. Diego Durán, Rector Universidad Católica del Maule
Dr. Aliro Borquez, Rector Universidad Católica de Temuco
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