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El Rol de las Universidades en la Regionalización y Preservación de la Identidad Local

rector Sergio Lavanchy 7La Universidad de Concepción acaba de recibir el premio “Más Región”, que por primera vez entrega la Corporación para la Regionalización del Bío Bío (CORBIOBÍO) en sus 29 años de existencia. Este reconocimiento, producto del consenso de destacadas empresas e instituciones de la región, busca destacar la trayectoria y la consecuencia de instituciones y empresas regionales por su aporte al desarrollo y la descentralización.

La recepción de este galardón representa una gran oportunidad para reflexionar, desde la academia, sobre la necesidad de profundizar el proceso de regionalización-descentralización, dado el fuerte centralismo imperante en nuestro país, y destacar especialmente el aporte que realizan las Universidades en el desarrollo económico-social y en la preservación de la identidad y la cultura regionales.

Chile, un paradigma de centralismo

A mediados de la década de 1970 se inicia en nuestro país el proceso de “regionalización”, con el propósito de mejorar la administración política y económica del Estado y promover la participación de las nuevas regiones, de manera que éstas dispusieran de mecanismos que comprometieran de manera más efectiva a sus habitantes con el desarrollo social y económico de sus respectivos territorios. No obstante lo anterior, hasta 2005, cuando se realizó una serie de modificaciones a la Constitución que permitieron la creación de nuevas regiones, la centralización del territorio en la Región Metropolitana se mantuvo invariable. Aún con iniciativas como la Ley Orgánica Constitucional de Gobierno y Administración Regional, próxima a entrar en vigencia, Chile continúa siendo un país centralizado y, más aún, centralista.

Santiago no sólo posee la mayor concentración de población del país, sino que también desde ahí se dirigen y planifican todos los aspectos relevantes del quehacer de los poderes del Estado. Este fuerte centralismo imperante también alcanza al mundo privado, cuyas grandes empresas tienen su casa matriz en la capital, donde se toman las grandes decisiones de administración e inversión. El informe “Economías Regionales en Chile: Desigualdad y Heterogeneidad”, emitido en junio recién pasado por el Centro RIMISP (Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural) confirma esto mismo, reflejando las profundas desigualdades territoriales y el elevado centralismo, que favorece una distribución del crecimiento económico altamente inequitativa, desigualdades que también se observan en materia de educación y empleo. Con excepción de las regiones mineras del norte, el PIB per cápita de la Región Metropolitana supera con creces y muy holgadamente, al resto de las regiones de nuestro país.

Si bien la existencia de los Gobiernos Regionales (GORE) constituye un progreso, pues permite en cierta forma la descentralización en la asignación y utilización de recursos públicos para el desarrollo social, cultural y económico de las regiones, su verdadera autonomía se deberá incrementar próximamente con la efectiva participación de la ciudadanía a través de la elección directa de los Consejeros Regionales.

Otras propuestas para seguir avanzado en el proceso de descentralización se encuentran en “95 propuestas para un Chile mejor”, un aporte interesante del Grupo Res Publica Chile (GRPC), libro en el cual se afirma que “el mundo es más descentralizado que Chile”. En él se analizan los costos, beneficios y complejidades de un proceso efectivo de descentralización política, administrativa y fiscal y se plantea la creación de una Comisión Asesora Especial para la Descentralización, con representantes de las regiones y especialistas de la academia, las finanzas y la gestión pública, junto al llamado a elección popular de las autoridades regionales para octubre de 2016.

Las Universidades y su aporte a la regionalización

Desde el punto de vista de la educación superior, no cabe duda que somos un país centralizado. Hoy en día existen alrededor de 60 Universidades, de las cuales más de la mitad tiene su casa central en la Región Metropolitana, concentrando cerca del 50% de la matrícula total de pregrado, postgrado y postítulo y el 48% de los académicos. De las cuatro mayores Universidades tradicionales, con veinte mil estudiantes o más, tres están ubicadas en la capital. Todo ello determina una mayor formación de profesionales y científicos en esa área geográfica. Otro aspecto relevante es la menor calidad de la educación que reciben los alumnos de enseñanza media en regiones, como se confirma al comparar los resultados de la PSU. Los resultados del proceso de admisión 2012 muestran claramente que, mientras los jóvenes de la Región Metropolitana tienen un puntaje promedio de 514 puntos en las pruebas obligatorias, los de regiones alcanzan en promedio sólo 491 puntos. En consecuencia, las universidades regionales deben destinar mayores esfuerzos para educar a jóvenes que ingresan a sus aulas con menos conocimiento, además de mayores necesidades de financiamiento, producto de la significativa desigualdad regional en la distribución del ingreso.

En este escenario, cabe preguntarse por el rol que juegan actualmente las Universidades en la regionalización y la manera en que contribuyen al progreso de las regiones en que están insertas, como instituciones llamadas a relacionar la educación, la Investigación, Desarrollo e Innovación y la extensión cultural, con las necesidades propias de las regiones y con sus potencialidades de desarrollo económico-social.

La regionalización requiere en primer lugar de universidades sólidas que, mediante sus programas formativos y de investigación, tiendan a promover el desarrollo regional a través de la graduación de profesionales estrechamente vinculados con su comunidad local. Una verdadera universidad regional se compromete del todo y por el todo con su Región y conoce mejor que ninguna otra institución las problemáticas que la afectan y actúa, en consecuencia, como el lugar desde donde nacen los debates y las ideas que conllevan a la generación de proyectos innovadores para la solución de estos problemas. A través de sus académicos, investigadores y estudiantes, las universidades colaboran diariamente en diversas actividades de extensión académica, artística y cultural, y son altamente requeridas en la elaboración de propuestas de políticas públicas regionales, provinciales y comunales, asesorando a organismos gubernamentales y no gubernamentales, a empresas e instituciones de diversa índole.
Estas formas de colaboración generan una dinámica que facilita el traspaso de los conocimientos generados al interior de una universidad hacia las empresas y otros organismos regionales, factor esencial para la transformación de las estructuras productivas y el desarrollo de las capacidades innovadoras de la economía regional. Otro tanto puede decirse en materia de salud pública, a través de la cuantiosa actividad que desarrollan diariamente sus académicos en hospitales y consultorios del Estado. Visto de esta manera, las universidades son una inversión para las regiones, pues generan bienes públicos con externalidades positivas, que se deben dimensionar no sólo por el alcance y trascendencia de estas acciones en el corto plazo, sino que también por su proyección futura.

El aporte de las universidades también se manifiesta por medio de sus museos y galerías de arte, de sus teatros, orquestas, organización de charlas, seminarios y otras actividades de extensión, que contribuyen a mantener la identidad y patrimonio regional. Sin estas universidades, el Estado de Chile ciertamente no estaría en condiciones de proveer por sus propios medios lo que las universidades entregan en favor de la cultura y las artes a nivel local.

La sociedad actual, centrada en el conocimiento, la educación a través de toda la vida, la formación multidisciplinaria, la autonomía en el aprendizaje, la necesidad del trabajo multidisciplinario y en equipo, presenta grandes desafíos a las universidades de todo el mundo, no solo a las regionales. Por ello, resulta vital analizar el escenario en el que deberán desarrollar su actividad y, a partir de ello, diseñar las estrategias que las conduzcan a mantener y mejorar los logros institucionales en todas las áreas su actividad para su sustentabilidad y calidad.

La regionalización es una tarea compleja, que requiere del esfuerzo de todas las instituciones de la sociedad, en particular de las universidades. El Estado deberá reconocer mejor y confiar más en las universidades, otorgándoles los recursos financieros necesarios para cumplir esta misión sin distraer recursos y esfuerzos de su principal función educativa. Deberá estimularlas a participar de manera más activa, por ejemplo, en los Consejos Regionales, especialmente para la elaboración, puesta en marcha y seguimiento de los Planes Regionales de Ciencia y Tecnología, para fomentar el desarrollo productivo y la competitividad de las regiones. En conclusión, las Universidades regionales deben ser apoyadas institucionalmente para mantener e incrementar el rol protagónico que juegan y así contribuir en forma efectiva a un proceso real de descentralización de nuestro país.

Sergio Alfonso Lavanchy Merino

Rector de la Universidad de Concepción

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